Para que no viniera la piedra, se sacaba la pala del horno.
Amador nació el 25 de noviembre de 1931 en el pueblo de Presnes, en Allande, un lugar rodeado de naturaleza y profundamente arraigado en la vida rural. Desde pequeño, se crió en un entorno rural en el que se ordeñaban las vacas a mano y se vivía de la tierra y de los animales. Creció en una familia que, como muchas de la época, se sostenía con la agricultura y la ganadería, lo que les proporcionaba alimentos y una economía sencilla. Presnes era en aquel entonces una parroquia que mantenía su independencia hasta que se integró en la parroquia de Celón.
Con los años, Amador fue creciendo, trabajando en el campo y también desempeñándose como funcionario de correos, lo cual le permitió asegurar una estabilidad para su familia.
Actualmente, a pesar de haber dejado el campo, mantiene una conexión fuerte con su pueblo natal, recordando con nostalgia la autosuficiencia y la comunidad de aquellos tiempos. Amador se expresa con cierta melancolía sobre el abandono de los pueblos, afirmando que muchas costumbres y conocimientos están desapareciendo. La naturaleza y los ciclos de la luna siempre han tenido un papel en sus labores agrícolas y creencias, reflejando la importancia de la sabiduría popular en su vida diaria.